La destrucción del padre. Louise Bourgeois. |
Farsa, payaso, careta, son algunos términos específicamente teatrales o afines a las tablas. Pero más allá de las fronteras del teatro parecieran ser todos sinónimos de desprestigio, de mentira.
El teatro se construye desde la convención de la ficción, en donde no traicionamos a nadie por construir una nueva verdad, válida en la escena; un sistema de representación que expresa un material para develar algo; un medio de comunicación, una metáfora más o menos poética de un hecho o de una realidad.
El mundo en el que vivimos utiliza estos recursos de la escena y los pone en el contexto de la realidad (donde no opera ésta convención), entonces sí, ahí son mentira.
La propaganda política electoral que prolifera en nuestras calles, suele ser intervenida pintando círculos rojos en la cara de los políticos, queriendo decir que son payasos, poco serios o farsantes. Estas pintas muchas veces tienen razón porque la idea de traición aparece toda vez que desarrollan un muy mal teatro donde debiera haber verdad.
El mundo está temblando, económica, ecológica y energéticamente. ¿Cuántos tsunamis, sismos, diluvios, volcanes, y otros desastres van a poder soportar las sociedades, tratando de mantener una idea de "civilización", avalada por la ya insostenible situación capitalista y la crisis financiera mundial?
Ni hablar del deterioro ecológico que todos creen poder revertir comprando cualquier producto que tenga algún símbolo verde, como forma de salvar el mundo.
Es desde este lugar que miramos el espectáculo de la destrucción; del irreversible deterioro que se le está haciendo a este mundo.
En medio de éste caos, lo único que humildemente podemos hacer nosotros, desde nuestro lugar, es teatro. No para ocultar, sino para hacer conciencia, para expresar poéticamente nuestra perspectiva de las cosas y develar la realidad; para poder, quizá, entre todos, construir un mundo en el que se puedan plantear las cosas de otra manera.
Ojalá gusten de nuestro espectáculo. Lo hacemos con pasìón. Quizá sea utópico, pero esperamos contagiar las ganas de hacer, para que cada uno, desde su lugar, pueda hacer su aporte.
Quizá del otro lado de la montaña -de obstáculos- que hoy tenemos frente a nosotros, haya un futuro posible y no un “no futuro”.
El mundo tal como lo conocemos no puede sostenerse por mucho más tiempo. Pero no por eso debería rondar la idea del "fin del mundo".
Agustina Palermo
Directora teatral.
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